Humanes, el boletín inoportuno les da la bienvenida
Primero que nada, buenos días, tardes ya, qué bárbaro,
Gracias (¡muchas!) por ser lxs primerxs 90 (¡90!) humanes en acompañarme en la inauguración de este changarro en el que me gustaría hacer una especie de balance del mes. Las redes sociales tienen un lapso de atención como de dos días y luego todos esos momentos se pierden en el tiempo como lágrimas en la lluvia. La mitad del tiempo no entiendo ni qué está pasando, ni si hay algo que entender. Este es un modesto intento de ir un poco más lento y compartir algunas cosas que he visto, hecho y leído a lo largo del mes. Ojalá algo por aquí despierte alguna flamita en ustedes.
Y claro, cualquier comentario o sugerencia será muy bien recibido (Auxilionoséquéestoyhaciendo).
Hoy seré breve porque es 15 y eso quiere decir que ya empecé quebrando mi propia regla de mandar esto el primer lunes. Encima, se me informa que hoy la gente hace cosas de índole embriagatoria, incompatibles con leer boletines de cualquier tipo no embriagatorio.
Esta edición se trataba sólo de dar una bienvenida, pero esta semana estrené mi canal de Youtube y entre todos los comentarios buena onda, me topé con unos pocos malos y son sobre, de entre todas las cosas, mi uso de lenguaje incluyente. Una par de comentarios referían que en cuanto dije “bienvenides”, cerraron la ventana. Esto me sirvió para recordar la edición de este mes de la revista Este País, que contiene varios artículos sobre el lenguaje que leí a principio de mes y que me parecieron buenísimos:
El primero es el más “académico”, de la lingüista Ilady Abril Torres Sánchez, “Resistir es agramatical: lenguaje incluyente y performatividad política”.
El segundo, "La rapidez con que el mundo cambia me parece escandalosamente lenta", de Carla Faesler sobre el sonido, el cambio, las vibraciones sociales que mueven (y perturban) el mundo. Finalmente, el de Yásnaya E. Aguilar sobre un lenguaje incluyente que va más allá del español.
Como pilón, el tiktok del escritor Adrián Chávez, en donde en poco segundos contesta dudas lingüísticas de muchos tipos y de este tema en particular.

Para no extenderme más, cierro con una cita de Susan Sontag, de "La conciencia de las palabras", una conferencia que dio en el año 2000 al recibir el premio Jerusalén (???) que leí anoche y que ahora quiero enmarcar:
Pero un escritor no debe ser una máquina de opiniones. Como lo formuló un poeta negro de mi país, cuando algunos compatriotas afroamericanos le reprocharon que no escribiera poemas sobre las humillaciones del racismo: «Un escritor no es una máquina de discos».
La primera tarea de un escritor no es tener opiniones, sino decir la verdad... y negarse a ser cómplice de mentiras e información errónea. La literatura es la casa del matiz y de la indocilidad a las voces de la simplificación. La tarea del escritor es que sea más difícil creer a los saqueadores mentales. La tarea del escritor es hacernos ver el mundo tal cual, lleno de muchas reivindicaciones diferentes y papeles y vivencias. Es la tarea del escritor representar las realidades: las realidades abyectas y las realidades del éxtasis.
La esencia de la sabiduría que suministra la literatura (la pluralidad de la realización literaria) es ayudarnos a entender que, ocurra lo que ocurra, algo más siempre está sucediendo.
Estoy obsesionada con ese «algo más».
Estoy obsesionada con el conflicto de los derechos y de los valores que aprecio. Por ejemplo, que —a veces— decir la verdad no promueve la justicia. Que —a veces— la promoción de la justicia puede suponer la supresión de una buena parte de la verdad.
Me vino como si la virgen me susurrara tiernamente al oído porque ando en problemas de ese tipo en la novela que estoy retrabajando.
Sin más por el momento, y porque se prometieron gates y se va a cumplir, mando una foto de mi gata neurodivergente (varias contusiones craneales en su juventud la dejaron con el CPU un poco dañado) boicoteándome la vida.

Amor y pozole,
Aura